Durante milenios los dioses olímpicos se reunieron en el monte Olimpo. Ahí, sus caprichos y deseos eran conjurados dentro de fastuosas moradas de cristal. Sus poderes, empezando por la inmortalidad, eran capaces de las hazañas más fabulosas que jamás el hombre vio.
Sin embargo, los dioses que derrotaron a los titanes ya no existen. Junto a Zeus, la historia de Hera, Poseidón, Ares, Hermes, Hefesto, Afrodita, Atenea, Apolo y Artemisa es ahora sólo recordada como una fantasía. Poco menos son recordados y mencionados los dioses Hestia, Deméter, Dioniso y Hades que también habitaron el panteón.
En el siglo XXI los dioses son ahora humanos. O al menos eso esa es la versión del poder que los líderes del mundo creer tener cuando se reunen a solucionar los problemas que aquejan a nuestras sociedades. El último de estos congresos dignos de un dios del Olimpo fue la reunión de Copenhague que buscaba detener el cambio climático del planeta Tierra.
En la reunión de Copenhague, los líderes del mundo plantearon soluciones para detener el cambio climático y reducir la contaminación que crea la industria humana. Todos ellos, poderes como un dios mitológico, se creían capaces de discutir cómo y quién detendría el cambio del clima.
Pero hay cosas que sólo pueden conjurarse en la fantasía y el mundo de la magia. Pensar que el cambio del clima puede ser detenido, reducido, cambiado, modificado y/o aumentando por las acciones de los seres humanos es bastante ingenuo.
Tal y como los dioses no existen, tampoco los seres humanos pueden modificar la naturaleza del planeta al extremo de transformarla y/o detenerla. Sí, sólo somos humanos mortales y no somo dioses capaces de transformar el mundo de la manera en que las películas y literatura fantástica nos han hecho creer.
Si acaso buscamos tener industrias más limpias y ecológicas el camino para reducir la contaminación debe ser otro. Ese nuevo camino incluye decisiones racionales y objetivas, estrategias prácticas y efectivas, humanos comprometidos y responsables que, dispuestos a proteger el medio ambiente iniciaran reformas que no destruyan a los seres humanos.
Al final del día, los dioses mitológicos desde hace mucho que ya no existen. Los seres humanos no son dioses y si acaso no lo aceptan, sufrirán las consecuencias de sus decisiones.
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